CAPÍTULO 13




VISENYA


Montada a lomos de Vhagar, no daba crédito a lo que sucedía allí abajo. Su flota se estaba viendo superada por la flota de los Arryn sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo. Aquel lugar era muy estrecho y los barcos estaban muy cerca unos de otros, lo que imposibilitaba un ataque aéreo, ya que el fuego alcanzaría a los barcos de ambos bandos.
Trató, entonces, de atacar la fortaleza. Pero esa zorra de Sharra Arryn era una buena estratega y había dispuesto arqueros y ballesteros por toda la muralla que no dudaban en descargar una lluvia de flechas cada vez que se acercaba lo más mínimo. No intentaban dar a Vhagar, su intención era llenar el cielo de una nube de flechas para que el dragón no pudiera acercarse.



Además, para empeorar las cosas, había hecho subir catapultas a las torres más altas y, desde ellas, varios hombres, tan valientes como locos, se lanzaron como proyectiles humanos. La mayoría terminaban estrellándose contra el mar, aunque algunos lograron agarrarse a Vhagar. Por suerte, ella siempre estaba alerta y Hermana Oscura dio buena cuenta de ellos.
Desistió en su ataque contra la fortaleza y regresó hasta donde se estaba produciendo la batalla naval. Impotente, sobrevoló aquel desolador escenario, lleno de barcos ardiendo y aguas repletas de cadáveres flotando en la superficie. Los ruidos de los gritos de los hombres, el choque de las espadas y las lanzas o la madera crujiendo lo inundaban todo.
Buscó con la mirada a Daemon, quién comandaba la flota allí abajo, pero no tuvo éxito. A él le pareció una locura ese ataque desde el principio y ella, en esos momentos, se arrepintió de no haberle hecho caso. Aunque, lo que más le dolía era que Aegon había confiado en ella para esa campaña y estaba a punto de fallarle.
En esos momentos, él debía estar dirigiéndose hacia la gran fortaleza de Harrenhal con Balerion y la mitad de su ejército mientras la otra mitad se dirigía hacia las Tierras de la Tormenta bajo el mando de Rhaenys, que lo comandaba desde el aire a lomos de Meraxes, y Orys, que lo dirigía por tierra.
Así lo dispuso Aegon cuando planificó el ataque en Aguasnegras. Dividir las fuerzas no era muy buena idea, pero él no quería atacar los Siete Reinos uno a uno. A parte de que alargaría la guerra, consumiendo muchos recursos, podría provocar que algunos reinos dejaran a un lado sus diferencias y se aliaran contra él. Esto era lo último que deseaba su hermano. Nada más llegar se encontró con una alianza entre dos casas que le puso las cosas difíciles a pesar de salir victorioso; una alianza entre dos o varios reinos, podría ser terrible para sus planes.
Por ello, decidió que había que atacar varios reinos a la vez; comenzando por los más cercanos. Él se encargaría de Harren el Negro y los hombres del hierro y Rhaenys sería la encargada de conquistar Bastión de Tormentas. Para sorpresa de Orys, y de todos los presentes, Aegon le encomendó acompañarla para esa empresa. Orys esperaba estar con él en la conquista de Harrenhal, pero Aegon quería que fuese él quién acabase con la arrogancia del Rey de la Tormenta.
- Argilac está esperando que yo vaya en persona a enfrentarme a él –le dijo cogiéndole de los hombres mientras ella, Rhaenys y los demás presentes los miraban –. No le daré ese gusto. Si ha de morir bajo una espada, esa debe ser la tuya, amigo mío. Fue a ti a quién insultó y menospreció. Te cree un ser inferior, indigno de casarse con su hija. Tú le demostrarás lo muy equivocado que está.
Y así, a Orys no le quedó más remedio que partir hacia Bastión de Tormentas al frente de las tropas siguiendo a Rhaenys y Meraxes.
En cuanto a ella, empezó a sentirse desplazada e ignorada por su hermano. Por un momento, creyó que la estaba castigando por lo que hizo en Stokeworth; él fue muy explícito con lo de perdonar a los enemigos que doblaran la rodilla. Sin embargo, Aegon le tenía deparada una gran sorpresa.
El Reino de la Montaña y el Valle suponía una gran amenaza y había decidido enviar a Daemon con la flota para conquistarlo con ella al frente. El hecho de que su hermano pusiera en sus manos la conquista de todo un reino la llenó de entusiasmo y no dudó en agradecérselo más tarde en su tienda en una noche de frenesí en la que ninguno de los dos pegó ojo, ya que el amanecer les sorprendió en plena faena; los alaridos de placer de ella debieron oírse en todo el campamento.
Unos días después, partió junto con la flota. Su destino era Puerto Gaviota, donde sus informadores le dijeron que Sharra Arryn había reunido su flota y que suponía un lugar muy estratégico para crear una base desde la que atacar Nido de Aguilas. Visenya confiaba en su victoria. Sin embargo, al llegar allí, su flota se vio rápidamente superada por la gran flota de los Arryn, formada en su mayoría por barcos de las Tres Hermanas. También divisó unos cuantos barcos con bandera braavosi, lo que suponía que esos traidores de Braavos se había puesto del lado de Sharra. Por suerte, parecía que la ciudad libre no había enviado toda su flota a través del Mar Angosto; seguramente, temiendo un destino parecido al que sufrió la flota de Volantis a manos de Aegon y Balerion.
Fue una locura atacar una posición tan bien defendida y tan estratégica; Daemon se lo recordó en más de una ocasión. Pero ella hizo oídos sordos y ordenó el ataque. Ahora se arrepentía de haber tomado esa decisión. Pero se negaba a dar la batalla por perdida y no estaba dispuesta a regresar con una derrota ante su hermano.

Por fin divisó el barco comandante, el cual estaba siendo abordado en esos momentos. Pudo ver como Daemon y un puñado de hombres defendían la cubierta, aunque se estaban viendo superados.
Aún a riesgo de recibir un flechazo o el impacto de una catapulta, se acercó al barco ponientí que les estaba abordando he hizo que Vhagar lo redujera a cenizas; los tripulantes saltaban al agua envueltos en llamas mientras el barco, también envuelto en llamas, comenzó a hundirse. Luego, se dirigió hacia el barco comandante y, desenfundando a Hermana Oscura, saltó sobre la cubierta y se hizo paso hasta Daemon decapitando, desmenbrando o destripando a todo soldado enemigo que se cruzaba en su camino.


Una vez llegó hasta él, ambos hicieron una formación espalda con espalda y continuaron combatiendo a los ponientís que aún quedaban en cubierta.
- Esto está siendo un desastre –dijo Daemon sin dejar de combatir –. Hemos perdido ya la mitad de la flota y muchos barcos están dañados. Tenemos que retirarnos.
- ¡De eso ni hablar! –replicó ella, también sin dejar de combatir –. Los dragones no huyen ante los halcones.
Daemon ahogó unas cuantas maldiciones antes de continuar.
- La batalla está perdida. Aunque lográramos destruir la flota enemiga, no nos quedan barcos suficientes para tomar el puerto.
- Eso ya lo veremos…
Una vez asegurada la cubierta, quiso pasar al ataque cuanto antes. Hizo que lanzaran el barco contra el costado de un barco enemigo que había cerca y, seguida por Daemon y el resto de los hombres, saltó sobre la cubierta de este. Los soldados ponientís eran más numerosos, pero aún estaban recuperándose del impacto y ninguno era rival para ella, quién fue abriéndose paso dejando tras de sí un incontable rastro de cuerpos decapitados y mutilados.
Estaban a punto de tomar la cubierta cuando se vieron sorprendidos por varios hombres que saltaron a la cubierta del barco. No llevaban armadura, eran muy atléticos y estaban completamente mojados. Visenya vio que, al igual que había locos dispuestos a lanzarse desde catapultas contra su dragón, también los había dispuestos a arriesgar sus vidas nadando hacia los barcos. Esta emboscada les hizo retroceder hasta el centro del barco, desde donde repelieron el ataque con una formación en círculo.
Finalmente, lograron acabar con ellos y todos se disgregaron por toda la cubierta matando a los soldados y miembros de la tripulación que aún quedaban con vida. Visenya estaba en la proa del barco. Tras cortarle el cuello a un soldado enemigo con un cuchillo que había sacado de su cinturón mientras tenía la hoja de Hermana Oscura hundida en el estómago de otro, miró a Daemon, quién se encontraba en la popa del barco terminando de matar con su espada a los enemigos que quedaban por allí.
Fue entonces cuando se dio cuenta de aquel ponientí empapado que subía a la cubierta detrás de él portando una lanza entre los dientes; era uno de los nadadores que les habían atacado antes, quién debía haber quedado rezagado. Rápidamente, gritó a Daemon para avisarle, pero este no podía oírla y no se dio cuenta de lo que pasaba hasta que la punta de la lanza emergió de su pecho y la sangre empezó a salir a borbotones de su boca.
Furiosa, corrió hacía allí y decapitó al soldado enemigo antes de que este pudiera extraer la lanza y combatirla. Luego fue hacia Daemon, quién se encontraba de rodillas, tratando inútilmente de taponar la herida de su pecho, de la que no paraba de brotar sangre. Pudo agarrarle antes de que se desplomara al suelo. Daemon era un tipo bastante grande, pero Visenya pudo sostenerlo con sus brazos. Era una mujer muy fuerte y, además, en esos momentos la adrenalina fluía por todo su cuerpo.
- ¡Ayuda! –gritó con todas sus fuerzas.
Varios soldados llegaron hasta allí. Dos de ellos cogieron suavemente a Daemon y lo llevaron de vuelta al barco comandante. Ella se quedó para terminar de tomar el barco. Pero no llegó a hacerlo, ya que los cuernos comenzaron a sonar tocando retirada y su flota emprendía la huida.
Furiosa, ordenó quemar ese barco y regresó al barco comandante. Daemon había sido llevado a su camarote, donde era atendido por el maestre del barco, y su segundo había tomado el mando. Hacia él fue con los ojos llameantes cogiéndole del cuello.
- ¿Quién te ha ordenado que toques retirada?
- Lo siento, mi señora. Pero la batalla está perdida.
- La batalla no estará perdida mientras sigamos respirando.
El segundo, un tipo muy joven, estaba aterrado y el miedo le hacía tartamudear al hablar; pero, aún así, se mantuvo firme.
- Mi señora, tenemos que reagruparnos. Cuando se corra la voz de que el Lord Comandante ha sido herido, cundirá el caos entre nuestras tropas. No le estoy pidiendo que huyamos, solo tiempo para poder reorganizarnos.
Ella apretó con fuerza los dientes. Sintió deseos de hundir a Hermana Oscura en el pecho de ese cobarde, pero sabía que en el fondo tenía razón. Sin embargo, no quería huir; mucho menos ante esa zorra de Sharra Arryn, que lo estaría contemplando todo desde la fortaleza con una gran sonrisa.
Fue entonces cuando llegó a sus oídos la voz del vigía del barco.
- ¡El enemigo se retira!
Soltó el cuello del segundo y corrió hacia la popa del barco. Desde allí, vio como la flota enemiga, pese a estar en ventaja, no les perseguía y regresaba al puerto. Una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro. Por fin, Sharra Arryn había cometido un error. Pese a la victoria que acababa de conseguir, la reina regente no quiso pasar a la ofensiva y prefirió hacer que los barcos regresaran y protegieran el puerto.
Pero, no se percató de que, al hacerlo, sus barcos se alejarían de de la flota Targaryen, lo que había sido hasta el momento su único escudo contra el fuego de Vhagar.
Sin perder un solo instante, ordenó al segundo que continuara con la retirada y corrió hacia uno de los costados del barco llamando a su dragón. Este se acercó volando al barco y ella saltó sobre él.
A toda prisa, se elevó todo lo que pudo y se lanzó en picado contra la flota enemiga. El enemigo estaba tan absorto celebrando la victoria que no se dio cuenta de lo que se les venía encima hasta que fue demasiado tarde. Vhagar pasó sobre los barcos enemigos varias veces vomitando una lluvia de fuego que hizo que, en poco tiempo, toda la flota estuviera en llamas.


Se elevó y contempló su hazaña con una maliciosa sonrisa. Seguramente, su hermano sintió una satisfacción familiar cuando destruyó la flota de Volantis; aunque, él no hubiera disfrutado tan sádicamente viendo a los hombres saltar de los barcos envueltos en llamas o imaginándose a los que habrían quedado atrapados dentro de los barcos siendo consumidos con las llamas.
Luego, miró hacia la ciudad. Estaba demasiado lejos para ver a Sharra, pero sabía que ella estaba allí, contemplando horrorizada lo que acababa de suceder.
Puede que hubiera ganado la batalla, pero esa victoria le había salido muy cara.





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