AEGON
Saltó de Balerion en
cuanto este se posó en tierra. No era la primera vez que pisaba Poniente.
Además de los viajes que hizo con Visenya a las ciudades de Antigua o
Lannisport, estuvo anteriormente explorando el terreno disfrazado de vagabundo
meses antes de marchar a Essos.
Así pudo determinar que
aquel lugar, la desembocadura del Aguasnegras, era un punto muy estratégico
para el desembarco de su flota y el inicio de la invasión. A parte de estar en
tierras que no pertenecían a ninguno de los siete reinos –aunque, varios de
estos las reclamaban como suyas –, no había un solo castillo o ciudad cerca,
por lo que tendría tiempo de colocar su campamento base y planificar su ataque
antes de que se presentara su primera batalla. Además, las colinas que lo
rodeaban suponían una espléndida defensa si alguno de los señores de esas
tierras trataba de atacarle por sorpresa.
Miró al mar. Su flota
estaba todavía lejana. Decidió esperarles acomodado a la sombra de un solitario
árbol que había allí. Estaba tranquilo, ya que había eliminado a todos los
exploradores que había en los alrededores –Balerion se encontraba degustando la
abrasada carne del último de ellos –y Rhaenys y Visenya se estaban encargando
de los demás.
Solo llevaba unos
minutos sentado cuando Meraxes apareció en el cielo y aterrizó cerca de
Balerion, quién lo recibió con un rugido desafiante, dejándole claro que no
pensaba compartir con él su presa. Rhaenys bajó de un salto y se encaminó hacia
donde estaba él. Estaba radiante y su sonrisa era más cálida que el propio Sol.
- Ya está hecho. Todos
los exploradores que había de aquí hasta Agustortas ya son historia –dijo
mientras se sentaba junto a él.
- ¿Y Visenya? ¿Sabes
algo de ella?
- Me encontré con ella
poco antes. Me dijo que ya ha despejado la parte norte. Pero quería ir a
explorar más tierra a dentro.
- Más le vale tener
cuidado. La flota aún tardará más de una hora en llegar. Si alerta al enemigo
de nuestra presencia, vamos a tener problemas.
Rhaenys volvió a
sonreír y se juntó más a él.
- Tranquilízate. Visenya
es temperamental, pero no es estúpida. Sabrá mantener las distancias –empezó a
acariciarle el pecho por encima de la negra armadura, hecha con escamas de
dragón -. Deberíamos relajarnos un poco; en adelante, tendremos pocos momentos
para hacerlo –sonrió maliciosamente –. ¿Cuánto has dicho que tardarán las naves
en llegar…?
Él también sonrió. La
agarró suavemente del mentón con su fuerte mano y la atrajo hacia él, besándola
apasionadamente en los labios. Luego, los dos se dejaron caer sobre la hierba
envueltos en un cálido abrazo de caricias y besos.
No se preocupaban de
que alguien pudiera sorprenderles, ya que, si a alguien se le ocurría acercarse
allí, sus dragones darían buena cuenta de él.
Había pasado ya mucho
tiempo y el día estaba llegando a su fin. Había sido bastante soleado pero, por
la tarde, había empezado a cambiar por un cielo gris y había empezado a llover;
aunque, no parecía que fuera a haber tormenta. La flota había llegado y el
ejército de los Targaryen había desembarcado. En esos momentos se encontraban montando
el campamento. Aegon había elegido la colina más alta para convertirla en su
campamento base.
Había ordenado
construir una empalizada y algunos muros a su alrededor; cualquier cosa que
hiciera difícil poder atacarlo. Toda precaución era poca, ya que habían llegado
a un lugar lleno de enemigos. Pronto, aquello empezó a parecer más un fuerte
que un campamento; de hecho, muchos empezaron a llamarlo Fuerte Aegon.
El lugar estaba
presidido por una gran tienda situada en el centro. Era la tienda de Aegon,
pero también el lugar donde celebraría sus reuniones y planificaría los
ataques. Precisamente, en esos momentos se encontraba reunido con sus hermanas,
con Orys, con Daemon y con Lord Crispian. Todos estaban alrededor de una mesa
con un mapa de poniente sobre ella.
- Ya tenemos la primera
prueba –dijo señalando con un dedo en el mapa la posición de Valle Oscuro –.
Lord Darklyn está reuniendo a sus tropas y es cuestión de tiempo que ataque.
Pero, eso no es lo peor. Visenya –señaló con la mirada a su hermana mayor
–observó tropas con el estandarte de los Mooton dirigirse hacia la ciudad. Así
que tenemos ante nosotros una alianza entre Valle Oscuro y Poza de la Doncella,
lo que supondrá un ejército de, al menos, tres mil hombres –todos los presentes
intercambiaron miradas; aunque ninguno dijo nada.
Aegon se mantenía
totalmente serio y sereno, pero no podía evitar preocuparse en su interior.
Nada más comenzar, tenía frente a él a un ejército que doblaba al suyo. Además,
los señores de aquellas tierras estaban empezando a aliarse contra él. Debía
someterlos lo antes posible.
- ¿Y qué hay de los demás?
–preguntó Lord Crispian, que era el único de los presentes que parecía
preocupado; los demás estaban serenos o aparentaban estarlo.
- Los castillos de
Rosby y Stokeworth son los más cercanos. Mis exploradores informan que ninguno
de los dos ha hecho ningún movimiento aún. No parece que quieran una guerra,
pero no quiero arriesgarme a que cambien de opinión cuando estemos en plena
batalla –volvió a señalar a Visenya con la mirada –. Mañana, a primera hora,
volarás hasta Stokeworth. Quiero su total rendición. O están con nosotros o
contra nosotros. ¿Entendido?
Visenya asintió. No
dijo nada, pero Aegon pudo notar en sus ojos que estaba molesta por perderse la
batalla que se avecinaba. Sabía lo mucho que su hermana deseaba entrar en
combate. Tendría su oportunidad, igual que todos, pero debería de esperar. Sin
duda, le tocaría arreglar las cosas con ella. Pero aquello tendría que esperar.
Dejó a un lado esos pensamientos y continuó con su estrategia.
Miró a Rhaenys, a quién
envió a Rosby con las mismas órdenes que Visenya. Ella asintió, mostrando más
entusiasmo que Visenya.
Luego, miró a Daemon.
Este también iba a perderse la batalla de mañana, ya que le ordenó acompañarlas
con una guarnición. Su misión sería tomar el control de los castillos en cuanto
estos se rindieran y reclutar a todos los hombres que le fueran posibles para
incorporarlos a su ejército. Siempre, claro está, que aceptaran la rendición y
sus hermanas no se vieran obligadas a reducirlos a cenizas.
Una vez dadas estar
órdenes, se irguió y miró a los presentes.
- Mañana a primera hora
marcharemos sobre Valle Oscuro. Orys, tu dirigirás las tropas desde tierra;
Lord Crispian será tu segundo al mando –tanto Orys como Lord Crispian
asintieron; Aegon también asintió satisfecho y volvió a hablar para todos los
presentes –. Mañana, empezaremos a hacer historia. Durante más de cien años,
los siete reinos de Poniente no nos han tomado en serio –inesperadamente, sacó
una daga y la clavó en el centro de la mesa atravesando el mapa –. A partir de
mañana temblarán ante la furia de los dragones.
- ¡Fuego y Sangre!
–gritó Rhaenys adelantándose unos pasos.
- ¡Fuego y Sangre!
–gritó también Visenya; aunque algo más apagada.
Aegon lo advirtió, pero
tampoco dijo nada. Simplemente, se limitó a dar por finalizada la reunión y
pedirles a todos que descansaran para el día de mañana. Una vez solo, se quedó
mirando el mapa de Poniente de la mesa. El momento que tanto esperaba había
llegado ya.
El día de mañana empezaría
a hacer historia.
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