CAPÍTULO 9




AEGON


Saltó de Balerion en cuanto este se posó en tierra. No era la primera vez que pisaba Poniente. Además de los viajes que hizo con Visenya a las ciudades de Antigua o Lannisport, estuvo anteriormente explorando el terreno disfrazado de vagabundo meses antes de marchar a Essos.
Así pudo determinar que aquel lugar, la desembocadura del Aguasnegras, era un punto muy estratégico para el desembarco de su flota y el inicio de la invasión. A parte de estar en tierras que no pertenecían a ninguno de los siete reinos –aunque, varios de estos las reclamaban como suyas –, no había un solo castillo o ciudad cerca, por lo que tendría tiempo de colocar su campamento base y planificar su ataque antes de que se presentara su primera batalla. Además, las colinas que lo rodeaban suponían una espléndida defensa si alguno de los señores de esas tierras trataba de atacarle por sorpresa.
Miró al mar. Su flota estaba todavía lejana. Decidió esperarles acomodado a la sombra de un solitario árbol que había allí. Estaba tranquilo, ya que había eliminado a todos los exploradores que había en los alrededores –Balerion se encontraba degustando la abrasada carne del último de ellos –y Rhaenys y Visenya se estaban encargando de los demás.
Solo llevaba unos minutos sentado cuando Meraxes apareció en el cielo y aterrizó cerca de Balerion, quién lo recibió con un rugido desafiante, dejándole claro que no pensaba compartir con él su presa. Rhaenys bajó de un salto y se encaminó hacia donde estaba él. Estaba radiante y su sonrisa era más cálida que el propio Sol.
- Ya está hecho. Todos los exploradores que había de aquí hasta Agustortas ya son historia –dijo mientras se sentaba junto a él.
- ¿Y Visenya? ¿Sabes algo de ella?
- Me encontré con ella poco antes. Me dijo que ya ha despejado la parte norte. Pero quería ir a explorar más tierra a dentro.
- Más le vale tener cuidado. La flota aún tardará más de una hora en llegar. Si alerta al enemigo de nuestra presencia, vamos a tener problemas.
Rhaenys volvió a sonreír y se juntó más a él.
- Tranquilízate. Visenya es temperamental, pero no es estúpida. Sabrá mantener las distancias –empezó a acariciarle el pecho por encima de la negra armadura, hecha con escamas de dragón -. Deberíamos relajarnos un poco; en adelante, tendremos pocos momentos para hacerlo –sonrió maliciosamente –. ¿Cuánto has dicho que tardarán las naves en llegar…?
Él también sonrió. La agarró suavemente del mentón con su fuerte mano y la atrajo hacia él, besándola apasionadamente en los labios. Luego, los dos se dejaron caer sobre la hierba envueltos en un cálido abrazo de caricias y besos.
No se preocupaban de que alguien pudiera sorprenderles, ya que, si a alguien se le ocurría acercarse allí, sus dragones darían buena cuenta de él.


Había pasado ya mucho tiempo y el día estaba llegando a su fin. Había sido bastante soleado pero, por la tarde, había empezado a cambiar por un cielo gris y había empezado a llover; aunque, no parecía que fuera a haber tormenta. La flota había llegado y el ejército de los Targaryen había desembarcado. En esos momentos se encontraban montando el campamento. Aegon había elegido la colina más alta para convertirla en su campamento base.


Había ordenado construir una empalizada y algunos muros a su alrededor; cualquier cosa que hiciera difícil poder atacarlo. Toda precaución era poca, ya que habían llegado a un lugar lleno de enemigos. Pronto, aquello empezó a parecer más un fuerte que un campamento; de hecho, muchos empezaron a llamarlo Fuerte Aegon.
El lugar estaba presidido por una gran tienda situada en el centro. Era la tienda de Aegon, pero también el lugar donde celebraría sus reuniones y planificaría los ataques. Precisamente, en esos momentos se encontraba reunido con sus hermanas, con Orys, con Daemon y con Lord Crispian. Todos estaban alrededor de una mesa con un mapa de poniente sobre ella.
- Ya tenemos la primera prueba –dijo señalando con un dedo en el mapa la posición de Valle Oscuro –. Lord Darklyn está reuniendo a sus tropas y es cuestión de tiempo que ataque. Pero, eso no es lo peor. Visenya –señaló con la mirada a su hermana mayor –observó tropas con el estandarte de los Mooton dirigirse hacia la ciudad. Así que tenemos ante nosotros una alianza entre Valle Oscuro y Poza de la Doncella, lo que supondrá un ejército de, al menos, tres mil hombres –todos los presentes intercambiaron miradas; aunque ninguno dijo nada.
Aegon se mantenía totalmente serio y sereno, pero no podía evitar preocuparse en su interior. Nada más comenzar, tenía frente a él a un ejército que doblaba al suyo. Además, los señores de aquellas tierras estaban empezando a aliarse contra él. Debía someterlos lo antes posible.
- ¿Y qué hay de los demás? –preguntó Lord Crispian, que era el único de los presentes que parecía preocupado; los demás estaban serenos o aparentaban estarlo.
- Los castillos de Rosby y Stokeworth son los más cercanos. Mis exploradores informan que ninguno de los dos ha hecho ningún movimiento aún. No parece que quieran una guerra, pero no quiero arriesgarme a que cambien de opinión cuando estemos en plena batalla –volvió a señalar a Visenya con la mirada –. Mañana, a primera hora, volarás hasta Stokeworth. Quiero su total rendición. O están con nosotros o contra nosotros. ¿Entendido?
Visenya asintió. No dijo nada, pero Aegon pudo notar en sus ojos que estaba molesta por perderse la batalla que se avecinaba. Sabía lo mucho que su hermana deseaba entrar en combate. Tendría su oportunidad, igual que todos, pero debería de esperar. Sin duda, le tocaría arreglar las cosas con ella. Pero aquello tendría que esperar. Dejó a un lado esos pensamientos y continuó con su estrategia.
Miró a Rhaenys, a quién envió a Rosby con las mismas órdenes que Visenya. Ella asintió, mostrando más entusiasmo que Visenya.
Luego, miró a Daemon. Este también iba a perderse la batalla de mañana, ya que le ordenó acompañarlas con una guarnición. Su misión sería tomar el control de los castillos en cuanto estos se rindieran y reclutar a todos los hombres que le fueran posibles para incorporarlos a su ejército. Siempre, claro está, que aceptaran la rendición y sus hermanas no se vieran obligadas a reducirlos a cenizas.
Una vez dadas estar órdenes, se irguió y miró a los presentes.
- Mañana a primera hora marcharemos sobre Valle Oscuro. Orys, tu dirigirás las tropas desde tierra; Lord Crispian será tu segundo al mando –tanto Orys como Lord Crispian asintieron; Aegon también asintió satisfecho y volvió a hablar para todos los presentes –. Mañana, empezaremos a hacer historia. Durante más de cien años, los siete reinos de Poniente no nos han tomado en serio –inesperadamente, sacó una daga y la clavó en el centro de la mesa atravesando el mapa –. A partir de mañana temblarán ante la furia de los dragones.
- ¡Fuego y Sangre! –gritó Rhaenys adelantándose unos pasos.
- ¡Fuego y Sangre! –gritó también Visenya; aunque algo más apagada.
Aegon lo advirtió, pero tampoco dijo nada. Simplemente, se limitó a dar por finalizada la reunión y pedirles a todos que descansaran para el día de mañana. Una vez solo, se quedó mirando el mapa de Poniente de la mesa. El momento que tanto esperaba había llegado ya.
El día de mañana empezaría a hacer historia.







No hay comentarios:

Publicar un comentario