INTRODUCCIÓN: LA MALDICIÓN DE VALYRIA






    Las colinas explotaron llenando el cielo de ceniza, humo y fuego. La tierra se abrió engullendo palacios, templos y hasta ciudades enteras. Los lagos hirvieron y el agua se volvió ácido. Las montañas estallaron expulsando chorros de roca fundida al cielo, del que empezó a llover vidriagón, sangre negra y dragones muertos. Olas gigantescas engulleron por completo las ciudades costeras cercanas. Solo fueron unas horas, pero sirvieron para acabar con cinco mil años de cultura, avances tecnológicos y poder. La ciudad de    
    Valyria, hogar de hechiceros y dragones, fue la capital del mayor y más avanzado imperio que el mundo había conocido. Ahora había quedado reducida a ruinas y cenizas, el terreno que ocupaba se había fragmentado en islas y mucho de su cultura y sus avances tecnológicos se había perdido para siempre.
    Todo esto fue lo que, 12 años antes, Daenys Targaryen, La Soñadora, vio en su sueño y lo que hizo que su padre, Aenar Targaryen, abandonara la ciudad junto a su familia, sus vasallos y sus dragones y cruzara el Mar Angosto hasta llegar a la isla de Rocadragón, junto a las costas de Poniente, el dominio más lejano del imperio. En Valyria, esto fue visto como un acto de cobardía pero, 12 años después, Aenar agradeció haber escuchado a su hija y en Valyria lamentaron no haberle seguido.
    Con Valyria destruida y el resto del imperio dividido en ciudades libres y sumergido en un siglo de sangre y caos, los Targaryen se asentaron en Rocadragón, donde prosperaron como un estado fuerte gracias, especialmente, a sus dragones. No obstante, durante más de cien años, sus señores no han sentido el deseo de expandir sus dominios más allá de la isla.
    Pero eso está a punto de cambiar.

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