VISENYA
Una lluvia de flechas
fue lo que la recibió cuando sobrevoló por primera vez Stokeworth. Ella se
sintió tan sorprendida como agradecida a aquellos pobres infelices que se
creían que con unas flechas iban a poder detenerla. Lejos de indignarse,
aquello la alegró. Se moría de ganas por entrar en combate y, aunque aquel
combate se preveía corto, no iba a salir decepcionada.
Solo unos minutos
antes, cuando se encontraba sobre lo alto de una colina cercana observando el
castillo, le llegó uno de los cuervos de Daemon, quién le informaba que Rhaenys
había tomado Rosby sin ningún problema. Nada más ver a Meraxes sobrevolar el
cielo, Lord Rosby abrió inmediatamente las puertas y rindió el castillo sin
oponer ninguna resistencia.
Por un lado, esto le
agradó, ya que una victoria siempre se disfruta. Sin embargo, también le
fastidió, ya que creía que en Stokeworth ocurriría lo mismo. Sin embargo, a diferencia
de los Rosby, los Stokeworth decidieron plantarle cara para alegría de ella, ya
que le otorgaban su primera batalla.
Hizo unas cuantas
pasadas más sobre el castillo, siempre a una altura en la que las flechas no
podían alcanzarla. No obstante, parecía que los ballesteros que había sobre las
murallas no lo sabían, ya que le disparaban cada vez que pasaba; o puede que,
tal vez, estuvieran tan desesperados que ni les importaba gastar flechas.
Finalmente, pensó que
ya les había hecho sufrir bastante y lanzó a Vhagar contra ellos, calcinando a
los ballesteros de una sola pasada. Luego lanzó una lluvia de fuego sobre el
castillo. Una parte de él comenzó a arder en llamas.
Desde el dragón,
escuchó los gritos de la gente del interior y observó con una maliciosa sonrisa
cómo esta corría por el patio de armas para coger agua del pozo y tratar de apagar
el fuego. No les iba a dar tiempo, ya que se preparó para un nuevo ataque y no
pararía hasta que todo el castillo estuviera ardiendo y sus habitantes se
asaran vivos.
Sin embargo, las
puertas se abrieron en ese momento y un hombre salió corriendo y haciendo señas
de rendición. Aunque desconfiada, hizo que Vhagar se posara frente a él. Se
trataba de Lord Stokeworth, quién entre lágrimas y con el rostro desencajado le
suplicaba perdón.
- Me rindo, mi señora –dijo
cayendo de rodillas –. Por favor, no castiguéis más a mi gente.
Visenya sonrió de manera
diabólica. Había logrado la victoria, pero aún tenía sed de sangre. Aegon no
estaba allí, así que no le reprocharía que se diera un último capricho.
- Acepto vuestra
rendición. Pero fueron vuestros hombres los que atacaron cuando yo me dirigía
hacia aquí para parlamentar. Deberéis ser castigado por ello.
Dio una orden a Vhagar
y este se dispuso a calcinar al anciano.
- ¡Esperad!
Alzó la mirada y vio a
un hombre joven correr hacia donde estaban y colocarse junto al señor del
castillo, posando una mano sobre su hombro.
- No castiguéis a mi
padre –continuó; también con lágrimas en los ojos –. Me dio orden de no atacar
y yo desobedecí. Si queréis castigar a alguien, hacedlo conmigo.
Visenya se quedó unos
segundos pensativa antes de dar la orden a Vhagar, quién vomitó fuego y calcinó
a Lord Stokeworth ante la atónita mirada de su hijo. Este la fulminó con la
mirada.
- ¡Lo has matado!
- ¡No! Lo has matado tú
al desobedecer sus órdenes.
El joven se llevó las
manos al rostro y se desplomó de rodillas.
- Querías la muerte –continuó
ella –. Pero ahora pasarás el resto de tu vida conviviendo con la culpa. Ese
será tu castigo.
Resignado, el joven se
puso en pié limpiándose las lágrimas. Visenya sacó un pergamino y lo arrojó a
sus píes.
- Este es el documento
de rendición. Como nuevo señor de Stokeworth, espero que lo firmes. Luego
vendrá una guarnición para tomar posesión del castillo y reclutar a todos los
hombres posibles para nuestro ejército. Espero que seáis más hospitalarios con
ellos que lo que lo habéis sido conmigo.
Una vez dicho esto, dio
otra orden a Vhagar y este se elevó en el cielo y emprendió el viaje de
regreso.
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